Orquideario, una palabra pintada audazmente en blanco, es el único cartel que invita a los visitantes al Jardín de Orquídeas EcoSelva. Gracias a la colaboración de Jiovany Rivadeneyra, de Ama EcoLodge, no tuvimos problemas para encontrar el lugar, al que llegamos en canoa a motor desde la pequeña ciudad de Puerto Misahuallí, junto al río Napo, en la Amazonia ecuatoriana. Fue una visita que se quedará con nosotros durante mucho tiempo.

Más que una colección de flores exóticas, este santuario es un testimonio vivo y palpitante del compromiso de su fundador, Pepe Tapia, con las prácticas regenerativas, la paciencia y el profundo respeto por la naturaleza. Scott y yo quedamos asombrados por su arduo trabajo, digno de cualquier científico a pesar de su falta de formación formal como botánico.
Una misión de rescate, no una colección
«Vamos a ver las flores», nos invita Pepe con una sonrisa a ver las flores. Mientras recorremos los senderos para buscar orquídeas entre los árboles, apunto a Pepe con mi grabadora de voz, temiendo perderme algo de lo que tenga que decir. Estoy asombrada por este proyecto. Más aún porque Pepe no cultiva orquídeas; las rescata.

Todas y cada una de las 650 especies que ahora prosperan en el jardín proceden de árboles caídos. «Cuando escuchamos una motosierra, vamos», dice Pepe. Cuando las motosierras resuenan en la selva y cae un árbol, el equipo se apresura. Sí, la Amazonia está amenazada desde todas las direcciones, incluidos los terratenientes que talan valiosos árboles de madera dura para venderlos, para sembrar un nuevo cultivo o para plantar hierba para el ganado. La selva es difícil de monetizar. Pero Pepe está allí, con la esperanza de salvar orquídeas, algunas de las cuales aún no tienen nombre.
En primer lugar, Pepe fotografía cada orquídea en su entorno natural. Esta documentación garantiza el cumplimiento de la estricta normativa medioambiental y prueba que no están recolectando ilegalmente, un problema frecuente en todo Ecuador. A continuación, las orquídeas se trasladan con cuidado, se atan suavemente a nuevos árboles huéspedes donde comienzan el lento proceso de enraizamiento: «enraizar, enraizar, enraizar», repite Pepe como un mantra.


Haciendo espacio para las orquídeas
Hace ocho años, este espacio estaba dominado por la yuca, los plátanos y el cacao. Parecía la típica finca o pequeña granja. Para hacer sitio a algo más grande, Pepe desbrozó el terreno con el fin de prepararlo para la reforestación, la restauración y la regeneración.
Comenzó con plantas madre, árboles nativos y arbustos, muchas veces recolectados como pequeñas plantitas en las orillas del río. Estas especies pioneras se convertirían en los anfitriones de sus nuevos huéspedes: las orquídeas silvestres.


Un laberinto de orquídeas
Hoy, el jardín se despliega como un laberinto verde. Este laberinto cuidadosamente diseñado serpentea entre los espacios sombreados creados por los árboles madre plantados hace años. Los primeros cuatro años fueron lentos. Pepe recuerda que los árboles necesitaron tiempo para madurar, estirar las ramas y crear un equilibrio perfecto de luz moteada y sombra filtrada, condiciones cruciales para la supervivencia de las orquídeas.
“Las orquídeas necesitan luz, pero no sol,” explica. Las orquídeas requieren luz, pero no luz solar directa. Demasiada, y se marchitan. Muy poca, y se niegan a florecer. Tal vez ya lo hayas experimentado en casa con esa orquídea del supermercado. El truco está en encontrar un lugar con luz brillante e indirecta, días cálidos y noches frescas, con una ligera rociada de agua limpia de vez en cuando y una o dos cucharadas extra entre sus raíces, bien protegidas. No es muy distinto de las condiciones que encuentran en la naturaleza.

Orquídeas que engañan y luego recompensan
Pepe habla de las orquídeas con un detalle fascinante. «Las flores nos engañan». Nos engañan, dice. Algunas orquídeas no ofrecen néctar. En cambio, atraen a las abejas con su aroma, a menudo engañándolas para que piensen que hay algo dulce. Las abejas macho, atraídas por el aroma, aterrizan esperando comida. En lugar de ello, se convierten involuntariamente en polinizadores, transportando sacos de polen de flor en flor.
Estas mismas flores también atraen a las narices humanas. Jiovany, mi marido y yo no podíamos saciarnos del rico y embriagador aroma de las distintas especies. Algunas nos recordaban a la vainilla, ¡no es de extrañar, ya que procede de la propia orquídea! Otras eran más complejas, con notas florales, toques cítricos y ecos de canela y nuez moscada. Inhalar estas orquídeas era más bien como degustar un buen vino. Era necesario detenerse, considerar y contemplar lo que estábamos sintiendo.


Algunas orquídeas florecen sólo una vez al año. Otras florecen varias veces, durante un solo día o incluso un mes entero. Cuando la polinización tiene éxito, la orquídea puede tardar hasta ocho meses en producir semillas, que son tan finas que el viento las transporta como polvo invisible sembrando futuras floraciones. Y lo que es aún más interesante, las orquídeas de la misma especie suelen florecer el mismo día, aunque estén en otro árbol o en una sección distinta del jardín.



Tuvimos la suerte de llegar a principios de abril, la época ideal para la floración de las orquídeas en todo Ecuador. Aunque es posible ver orquídeas en cualquier época del año, el mejor momento es hacia el final de la estación lluviosa, justo cuando el sol empieza a filtrarse a través de las copas de los árboles con más frecuencia. Hemos tenido más suerte viendo la mayoría de las especies en abril y mayo. Sin embargo, captamos algunas orquídeas inusuales fuera de temporada, ¡así que nunca digas nunca a una expedición de orquídeas!
Un muro de orquídeas en miniatura
Aunque me encantó toda la visita, mi momento favorito fueron las mini-orquídeas. Pepe mantiene una colección de estas maravillas en miniatura colgadas en grandes conchas de caracol de una pared de alambre en medio del jardín, donde tienen la combinación perfecta de sombra, sol y humedad para prosperar.

Muchas de estas especies son más pequeñas que la uña de mi dedo meñique. Sin embargo, con la ayuda de un buen teléfono móvil, podemos hacer una foto y admirar la imagen en primer plano de diminutos labios y anteras, de minúsculos pelitos bañados en rocío. De hecho, muchas de estas orquídeas son más fáciles de admirar con la ayuda de una lupa, sobre todo si llevas bifocales como yo. ¡Encontrar el ángulo perfecto para admirar una orquídea cuando se llevan gafas puede ser complicado!



Una historia de conservación viva y palpitante
EcoSelva es un modelo de turismo regenerativo, un lugar donde los visitantes no sólo vienen a ver flores bonitas, sino a presenciar un ecosistema sano que funciona como parte integrante de una comunidad más amplia. Es un espacio donde el conocimiento tradicional, la gestión medioambiental y la observación científica se mezclan de una forma tan natural que a menudo resulta difícil de describir. Quizá por eso a Pepe le resulta difícil encontrar financiadores locales para su proyecto. La mayoría de sus donaciones proceden de visitantes internacionales como nosotros. Pepe no dirige una estación de investigación tradicional, pero su trabajo merece la atención de las universidades que desean invertir tiempo, esfuerzo y dinero en la protección de las especies de orquídeas autóctonas.


Pasamos más de una hora recorriendo los senderos, hablando con Pepe y aprendiendo sobre las orquídeas y su importancia para el hábitat de la selva tropical. Con más tiempo, podríamos haber disfrutado de una comida, pasado un rato con un chamán local y fotografiado hasta hartarnos. La próxima vez, tendremos que quedarnos más tiempo.
Para los viajeros que buscan algo más que instantáneas, éste es un viaje transformador en su máxima expresión: un paseo por la selva tropical con vistas al río Napo, donde cada paso susurra una historia de renovación y ofrece infinitas oportunidades de conexión a tres niveles: con nosotros mismos, con los demás y con algo más grande que todos nosotros, la Madre Naturaleza.

Información para tu visita
Es necesario reservar para visitar el Jardín de Orquídeas EcoSelva. Ponte en contacto con Pepe por WhatsApp en el +593 984 401 938 o a través de Facebook o Instagram. Alternativamente, reserva tu estancia en Ama Ecolodge y solicita una excursión de un día. Jiovany y su personal te ayudarán a organizar tu excursión.
Este lugar no es accesible en auto. Debes llegar en canoa a motor, que se puede organizar a través de Pepe o en Puerto Misahaulli. Además, ten en cuenta que los escalones que suben desde el río hasta la propiedad son empinados y resbaladizos, especialmente en tiempo húmedo. Utiliza botas de montaña o calzado con buen agarre, lleva bastones de senderismo si eres mínimamente inseguro y prevé tiempo extra para recorrer este corto pero difícil tramo.
Jardín de Orquídeas EcoSelva
Ama Ecolodge
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