El oso andino de anteojos es una de las criaturas más esquivas de Sudamérica, un fantasma del bosque nuboso que pocos tienen la suerte de ver en libertad. Como única especie de oso autóctona de Sudamérica, ocupa un lugar especial en los ecosistemas andinos y en el patrimonio cultural de muchas comunidades indígenas.
A pesar de haber viajado mucho por Ecuador y Perú -lugares por los que se sabe que deambulan los osos andinos-, aún no he visto ninguno con mis propios ojos. ¿Mi encuentro más cercano? Un frustrante encuentro en Tambo Cóndor, donde un guía acababa de avistar un oso cerca de Laguna Seca. Cogimos los prismáticos, escudriñamos el paisaje, contuvimos la respiración… y no vimos nada. El oso había desaparecido. Probablemente se había escondido en un barranco con su comida favorita, los sabrosos corazones de una bromelia conocida localmente como achupaya.
Aunque no he tenido la suerte de ver uno en libertad (¡todavía!), he conocido a Pinocho, un oso andino que vive en el zoo de Salisbury, en Maryland. El personal del zoo me permitió un acceso cercano y personal, a través de una valla, por supuesto, para hacerle algunas preguntas. Su rostro expresivo y su amable curiosidad me recordaron que esta especie, aunque reservada, tiene personalidad propia.

Pero, ¿qué hace tan especial al oso andino de anteojos? ¿Y por qué la UICN lo declaró especie vulnerable en 2016?
Algunos datos sobre el oso andino de anteojos
Residente de los Andes, el oso de anteojos se distribuye desde Venezuela hasta Argentina, recorriendo una gran variedad de hábitats como desiertos de matorrales, praderas y densos bosques nubosos neblinosos. Siempre están en busca de comida.
Los osos de anteojos son omnívoros (comen de todo), pero principalmente herbívoros. Más del 90% de su dieta consiste en fruta, semillas, hojas y bromeliáceas, en lugar de carne. Siguen su olfato hasta la comida, migrando por rutas ancestrales que aún no comprendemos. Este comportamiento hace que sean extremadamente importantes para los hábitats andinos, donde dispersan semillas que ayudan a regenerar bosques y praderas, garantizando un entorno sano para otras innumerables especies.
Pero, como omnívoros, también comen otros animales, como caracoles. Hay casos en que se han encontrado osos carroñeando vacas muertas e incluso informes de osos cazando ganado. Ocasionalmente, un oso andino puede asaltar un maizal, pues las deliciosas mazorcas son un bocado fácil para un animal hambriento.
Un oso de anteojos macho puede medir hasta dos metros y medio y pesar entre 300 y 400 kilos. Las hembras miden aproximadamente la mitad, lo que las convierte en trepadoras sorprendentemente ágiles. En el bosque nuboso, suelen construir guaridas en los árboles, donde descansan durante el día antes de bajar a buscar comida por la noche. Las hembras crían familias, dando a luz a uno o dos cachorros cada vez. Los oseznos parecen permanecer con la madre hasta el año de edad aproximadamente, pero los científicos siguen estudiando a los osos para saber mucho más sobre su comportamiento.
Por último, pero no por ello menos importante, cada oso presenta un patrón único de marcas de color crema en la cara y el pecho. Algunas de estas marcas son muy distintivas alrededor de los ojos de ciertos osos, lo que ha dado lugar al nombre de Oso de Anteojos. Los científicos utilizan estas marcas para identificar a cada oso.


El oso andino de anteojos: el Paddington de la vida real
Si el oso andino te resulta familiar, quizá sea porque inspiró a uno de los personajes de ficción más queridos del mundo: ¡El oso Paddington! Cuando el autor británico Michael Bond creó a Paddington en 1958, imaginó a un oso pequeño y educado que procedía del «Perú más oscuro» antes de encontrar un hogar en Londres.
Aunque los verdaderos osos andinos no llevan sombreros rojos ni maletas, tienen el mismo comportamiento amable. Al igual que otras especies de osos, los osos andinos prefieren evitar a los humanos antes que enfrentarse a ellos. Su naturaleza esquiva y su preferencia por los bosques densos y de gran altitud hacen que su avistamiento sea una experiencia rara y especial.

Sin embargo, con el aumento de la deforestación y la invasión humana, los avistamientos de osos andinos son más frecuentes. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado, los encuentros más frecuentes brindan a los investigadores y conservacionistas la oportunidad de estudiar a estos esquivos animales y concientizar sobre su difícil situación. Por otro lado, indica una realidad preocupante: los osos se ven obligados a abandonar sus hábitats cada vez más reducidos en busca de alimento, lo que los acerca a los asentamientos humanos. Esto aumenta el riesgo de conflicto, ya que los agricultores pueden verlos como una amenaza para los cultivos o el ganado. Sin esfuerzos de conservación eficaces, estos encuentros podrían dar lugar a más matanzas en represalia, poniendo aún más en peligro a una especie ya vulnerable.

¿Por qué es importante salvar al oso andino?
El oso andino no es una especie más: es una especie paraguas, lo que significa que su supervivencia repercute en todo el ecosistema. Cuando protegemos al oso andino, protegemos la flora y la fauna de múltiples hábitats andinos.
Proteger al oso andino significa salvaguardar una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo. A medida que la deforestación acerca a los osos a las tierras de cultivo, los conflictos entre seres humanos y fauna salvaje se hacen más frecuentes. Por eso estamos trabajando con Tambo Cóndor y Reforest Ecuador (Fundación Sembrando Esperanza) para construir un centro de interpretación dedicado a educar a los ecuatorianos y a los visitantes internacionales sobre la importancia del oso andino para el páramo. Fomentando la concienciación y promoviendo la coexistencia sostenible, esperamos garantizar que tanto los osos como las comunidades locales puedan prosperar juntos.

Un sueño aún no realizado
Puede que no haya visto un oso andino de anteojos en libertad, pero no me he rendido. Con cada visita, conozco a más personas que protegen el hábitat de los osos, que apoyan a los osos reforestando los pastos para el ganado y plantando árboles y plantas autóctonos y frutales que los osos necesitan para sobrevivir.
Quizá mi próxima visita a Maquipucuna o un viaje de vuelta a Tambo Cóndor sea el momento en que mi sueño se haga realidad. Hasta entonces, seguiré oteando el paisaje, conteniendo la respiración y esperando.
¿Has visto un oso andino en libertad? ¡Comparte tu experiencia en los comentarios! Queremos saber cómo fue.
0 comentarios